miércoles, 15 de febrero de 2012

NUNCA VI TATAMI MEJOR


Hace tiempo que rondo la idea de contestarte al mail, pero no tenía muy claro ni el contenido ni la forma de hacerlo. Muchas ideas, muchas sensaciones que brotaban en mi cabeza. Demasiadas para clasificarlas y ponerlas en palabras después. Así que, he decidido ponerme delante del teclado y dejar que todo fluya de forma natural. Como salga. Sin pensar. Sólo sentir. Sólo Aikido.

Somos algunos los que hemos hecho de esta Vía nuestro modo de vida, intentando regirnos por determinados principios o ideas que, a la vista del mundo tal y como está, parecen obsoletos; viejas reliquias de un pasado muerto que nos empeñamos en revivir.

En nuestro caminar vamos dejando partes de nosotros mismos, puesto que este camino es una elección de existencia personal, que lleva en muchos casos a la soledad del peregrino que, abnegado, constante y convencido, sigue avanzando. Sin prisa. Sin pausa. Paso a paso aferrado a su bastón. En muchas ocasiones deseoso de compartir ese camino con alguien porque los dias pasan y las noches son largas y frías. Y quedarse solo después del jolgorio, las risas y los abrazos de la compañía es muy duro. Pero hay que avanzar con el corazon decidido y aparcar el rencor. Con entereza y humildad. Cada cual tiene su propia senda. Y sus propios escollos que ha de sortear.

Hace tiempo que no tengo esa sensación. Me siento acompañado por gente cuyo corazón late a la par que el mio, y que reparte el peso de la mochila en nuestro caminar. Ahora hablamos de nuestro camino, el de todos.
Y ese camino se refleja en muchos detalles. Me ha resultado maravilloso comprobar como, en medio de un desierto de violencia y de odio, hay gente que vive su papel con entereza, lealtad, honor, dedicación, esfuerzo y sacrificio; y también con amor.
Y es ese amor, ese Aiki que nos envuelve y nos lleva, el que hace que en una situación complicada, a pesar de los obstáculos, prevaleza ese sentimiento de unión y nos permita seguir avanzando, seguir creyendo y seguir queriendo.

Nunca vi tatami mejor querido Nachete. Sólamente siento no poder practicar contigo en él y tener el honor de pisarlo. Me siento orgulloso de todos los que como tú, estais allí por "esos viejos valores olvidados", dándolo todo, incluso la vida; como un verdadero samurai.

Cuidate mucho amigo, y vuelve pronto.
Miguel.